Galería Retratos
Hace más de 100 años, en el territorio correspondiente al desierto de Atacama en el extremo norte de Chile, nacen como resultado del sincretismo entre las culturas originarias y la religión católica, diversas Fiestas Religiosas tales como La Virgen de La Tirana, San Lorenzo de Tarapacá, La Virgen de Ayquina y La Virgen de Las Peñas.
Estas fiestas congregan a un gran número de peregrinos, siendo los Grupos de Baile los principales protagonistas. Estos grupos consolidados durante el apogeo del Salitre, son conformados por gente del pueblo, personas humildes que con mucho esfuerzo realizan cada año su tributo a La Virgen o Santo, organizados en Sociedades y Bailes de carácter comunitario y familiar. Durante todo el año se preparan rigurosamente, ensayando y realizando eventos y actividades, generando así los recursos necesarios para asistir y participar cada año en estas Fiestas.
En pleno desierto, sin importarles el calor durante el día o el frío durante la noche, expresan su fé «Bailando» acompañados por el compás de imponentes bandas de bronces, laquitas y otros, en un despliegue audiovisual de gran envergadura, generando comunitariamente un viaje místico que tiene como finalidad un encuentro directo con la Divinidad, a la cual ofrecen con gran amor y dedicación sus bailes, como pago de sus mandas.
Bailarines del Desierto es una investigación fotográfica realizada entre los años 2007 y 2017. Su principal objetivo es producir un acercamiento entre el espectador y las personas que son las protagonistas de estas fiestas tradicionales y que representan un patrimonio vivo, cultural y religioso; contribuyendo de esta manera a enriquecer el imaginario existente respecto a Las Fiestas Religiosas en la zona correspondiente al «Norte Grande» en el Desierto de Atacama.
Es importante que conozcamos y reconozcamos nuestras raíces culturales, nuestro mestizaje y las expresiones de nuestro pueblo, que son, en definitiva, lo que nos constituye e identifica. Es en nuestra herencia cultural, en la capacidad de valorarla y resguardarla, donde reside nuestra riqueza, nuestra alma.
Andrés Figueroa